El World Economic Forum (WEF) y múltiples estudios de recursos humanos coinciden en que, para 2025, las competencias más valoradas en el mercado laboral no son solo habilidades técnicas, sino destrezas cognitivas y relacionales que hunden sus raíces en la metacognición. Entre ellas, destacan el pensamiento analítico, el pensamiento creativo, el pensamiento crítico, la resiliencia, la flexibilidad, la agilidad y la autoevaluación consciente. Todas ellas implican, de modo directo o indirecto, la capacidad de “pensar sobre el pensamiento” y ajustar patrones mentales en función del contexto.

El pensamiento analítico requiere, primero, reconocer cómo uno descompone un problema en sus partes: ¿qué preguntas se hace? ¿cómo selecciona datos relevantes? La metacognición aquí entra al identificar posibles sesgos cognitivos y revisar si hay supuestos implícitos antes de llegar a conclusiones. El pensamiento creativo, por su parte, se apoya en la habilidad de uno para generar muchas ideas y luego filtrar cuáles son viables: esa capacidad de alternar entre fases divergentes y convergentes es un proceso metacognitivo en sí. Por otro lado, el pensamiento crítico exige monitorear la validez de las fuentes de información, cuestionar narrativas predominantes y sopesar evidencias. Sin metacognición, un profesional corre el riesgo de aceptar datos sin juicio o dejarse arrastrar por “cámaras de eco” digitales. La resiliencia y la flexibilidad también se enraízan en la metacognición: al enfrentar un fracaso o un cambio inesperado, la persona metacognitiva evalúa su estado emocional, reorganiza sus prioridades y redefine sus estrategias de afrontamiento. Finalmente, la autoevaluación consciente implica revisar sistemáticamente los resultados de las propias acciones, ajustar rutinas y marcar metas cada vez más ambiciosas.

En conjunto, estas competencias no son modas pasajeras: configuran el ADN del perfil laboral en un mundo donde la IA cubre lo mecánico y los humanos deben aportar valor mediante procesos mentales superiores. Comprender y entrenar la metacognición es, por tanto, la forma más directa de ingresar al grupo selecto de profesionales capaces de “navegar” eficazmente el entorno laboral de 2025.